jueves, 5 de noviembre de 2015

¿Qué estamos pidiendo realmente cuando pedimos más y mejor Educación Sexual?

¿Qué estamos pidiendo realmente cuando pedimos más y mejor Educación Sexual?


Lo cierto es que este artículo podría haberse titulado de muchas maneras, mi intención es hablar una vez más sobre la educación de los sexos, más conocida como educación sexual. Aunque, eso sí, me gustaría incidir en un  enfoque que no suele ser muy habitual. Por lo menos hasta donde he visto.
Se dice mucho, tal vez hasta la saciedad, que hace falta educación sexual. Creo, además, que en esto coinciden todos los sectores (padres, madres, políticos, educadores/as, religión...) Tal vez sea por eso que se repite tanto. Sin embargo, cuando escarbamos un poco más en el contenido que quieren tratar salen a la luz las diferencias de lo que cada cual entiende por esa educación sexual.
Hay gente que entiende que sexo es genital y que educación sexual es educación del sexo y, por tanto, educación del genital. Quizá por ello, quieren trabajar los aspectos relativos a los genitales: enfermedades, embarazos, funciones, disfunciones... A veces, uno se queda con la sensación de “¡¡cuidado, peligro!!”
Otra gente, entiende que sexo es placer y que educación sexual es educación del sexo (en eso coinciden) y, por tanto, que educación sexual es educación del placer. Quizá por ello, quieren trabajar aspectos relativos al placer, generalmente genital: posturas, sustancias afrodisíacas, aparatos estimulantes... A veces, uno se queda con la sensación de “¡¡disfruta, no seas idiota!!”
Hay incluso quienes, además, mezclan las dos y crean un mensaje un tanto confuso, pues no te queda más remedio que hacer algo que dicen que es peligroso. Eso sí, da igual si te apetece o no, tú lo haces y punto. Hay que reconocer que es algo curioso, ¿no?
Creo que no me arriesgo mucho si afirmo que la gran cantidad de hombres y mujeres de cualquier edad están en esta tierra de nadie. Queremos hacer lo que dicen que tenemos que hacer pero resulta que todo el mundo dice que es peligroso. ¿Qué hacemos entonces? La verdad es que no resulta fácil.


Es posible que muchas personas opten por hacer oídos sordos, cansadas ya de tanto mensaje contradictorio y hagan lo que solemos hacer en estas situaciones: pasar de todo. Pero no. No puedes, porque se retoma eso de más educación sexual, al estilo de “¡¡más madera!!”. Y esto también resulta curioso, porque parece que la única forma de hacer educación sexual es con información. Como diría un amigo, una paella no es sólo arroz.
Falta otro grupo, en el que me incluyo, que pensamos que sexo es lo que somos: hombres y mujeres. Que educación sexual es educación de los sexos y, por tanto, que es educación de hombres y mujeres. Quizá por ello, queremos trabajar aspectos como la identidad, los procesos individuales, las diferencias, sus expresiones, el conocimiento propio... A veces, uno se queda con la sensación de “¡¡Vaya, esto es nuevo!!” Bueno, pues no es tan nuevo y por aquí voy a seguir con varias ideas, muy sencillas pero muy importantes. Puede que resulten chocantes, pero apuesto por ellas.
No nacemos hombres ni mujeres, sino que nos vamos construyendo con el paso de los años en un proceso que termina con la muerte. De la misma manera, no nacemos educados, sino que nos vamos educando con el paso de los años en un proceso que termina con la muerte. Sencillo ¿no?
Bueno, pues ahora viene algo más gordo. No ha existido un solo instante en la vida de la humanidad en la que no haya existido una educación sexual, una educación de hombres y de mujeres. Ni uno, y reto a quien encuentre alguno. Es cierto que no se entendía lo mismo antes que ahora. Antes, no existían las mujeres como sujetos propios, eran medio hombres o esos hombres que no habían llegado a serlo. Incluso más antes todavía ni siquiera existía conciencia ni de hombre ni de mujer. Pero siempre ambos, desde la perspectiva actual, recibían una educación para ser lo que eran, una educación sexual.
Otra idea de estas sencillas es que educación ha existido siempre. Que la función educativa es inherente al ser humano. Que no existe nada que un humano haga con otro y no sea educativo. Y esto, aunque sencillo, también es gordo.
Una última idea sencilla. Es imposible tratar de forma idéntica a hombres y a mujeres. Sencillamente, no se puede. Y agrego, afortunadamente. Si nos fijamos un poco, lo primero que hacemos cuando vemos a alguien es determinar si es hombre o si es mujer. Es más, cuando no sabemos muy bien qué es, se da una situación incómoda. ¿Por qué? Porque no sabemos cómo dirigirnos a esa persona, como si fuera hombre o como si fuera mujer.
Con este repaso de concepciones de sexo y educación sexual, pretendo afirmar que siempre ha existido y siempre existirá la educación sexual entendida, eso sí, como educación de hombres y de mujeres. Y es el momento ahora de volver al título: ¿Qué estamos pidiendo, entonces, realmente cuando pedimos más y mejor Educación Sexual?
Cada cuál verá. Por mi parte, pido que se trabaje primero sobre la idea que tenemos de hombres y de mujeres, pues ese es el eje central desde el que se desarrolla y desprende todo lo demás. No hay nadie, en esta y otras sociedades, que no tenga más o menos elaborada su particular idea de lo que es y supone ser hombre y de lo que es y supone ser mujer. Bajo este planteamiento, hago una apuesta clara y digo que todo el mundo puede, y de hecho lo hace, educar a los sexos, a los hombres y las mujeres en tanto hombres y en tanto mujeres. De aquí se desprende una consecuencia grande y es que nadie puede “escurrir el bulto” en esta tarea. Y nadie es nadie, ni educadores/as de todo ámbito de intervención, ni familiares, ni amistades, ni la comunidad, ni los medios de comunicación, ni la administración, ni...
Pero si esto es así de simple y de generalizado ¿cómo puede ser que andemos tan mal? Se preguntará alguien. Pues precisamente por esa idea que tiene cada cuál de hombre y de mujer.
Hablando en negativo, no debemos coger modelos únicos de ser hombre y de ser mujer pues la variedad es evidente y nos dejaremos a muchas personas fuera. Estaríamos reconstruyendo estereotipos rígidos de hombre y mujer. Eso, conlleva presión, intranquilidad, angustia, infelicidad.
Hablando en positivo, necesitamos crear modelos flexibles y positivos de hombres y de mujeres, de forma cada hombre y cada mujer tengan satisfacción de ser lo que son. Porque, además, cuando uno está a gusto con cómo y lo que es, no necesita andar mirando en cómo se supone que se debe ser o debe hacer. Eso, conlleva distensión, tranquilidad, felicidad.
Que en nuestra educación de los sexos existan hombres y mujeres y no sólo hombre y mujer. Hagamos, pues, que hombres y mujeres se sientan a gusto con cómo son y, para eso, necesitarán conocerse y aceptarse. Sólo así, podrán expresarse con la libertad suficiente y la seguridad necesaria como para ser felices.
Es evidente que esta educación de los sexos que promovemos y proponemos debe empezar en el mismo momento del comienzo de la vida, puesto que es entonces cuando se empieza a ser hombre o mujer. Cómo hacer esto, escapa al propósito del artículo. Sólo decir, que es un largo proceso y que se necesita coherencia, puesto que así como se hace verdaderamente difícil realizar derivadas sin saber sumar o resolver integrales triples sin saber las simples, se hace extremadamente difícil aceptarse sin conocerse u optar sin saber qué se quiere. Trabajemos, pues, en que cada niño y niña, cada chico y chica o cada hombre y mujer se conozca, se acepte y se exprese de forma que sea feliz. Y, por supuesto, que pensemos que cada momento y cada etapa tiene sentido por sí mismo y no por futuribles “peligros”.
Sin embargo, y para terminar, voy a escribir un ejemplo con la idea de llegar a más inquietudes, aunque ruego encarecidamente que no se quede esto como central ya que es completamente periférico desde este planteamiento.
Hoy en día muchos adolescentes se refugian en “el hacer” debido principalmente a que “el ser” no lo tienen muy bien asentado. Esto es así, tanto por el momento de desarrollo y cambio personal a todos los niveles en el que se encuentran como, posiblemente, porque su educación no ha estado muy centrada en el conocimiento propio y su consecuente aceptación. Dicho de otro modo, porque no se ha trabajado constante y centralmente la construcción de su identidad como tal niño, chico, adolescente que es. Pues bien, este adolescente, que no tiene su identidad bien basada va a buscar refugio en lo que socialmente se entiende que tiene que hacer y desear un hombre. Tiene que hacerse un hombre. Por eso, entre otras muchas cosas, va a perseguir una penetración vaginal con una chica a toda costa. Lo logrará o no, pero en cualquier caso es seguro que dirá que lo ha hecho. Y es cierto que una penetración vaginal tiene riesgos.
Y digo que entre otras cosas, puesto que también es posible que empiece a fumar, a beber, a consumir droga... todas esas cosas que nos hacen pasar de ser niño o niña a hombre o mujer.
A esta educación de los sexos que todos podemos hacer, yo le pediría que construyamos hombres y mujeres auténticos, críticos, autónomos, responsables, sociables y, por supuesto, creativos. Que sean como son y no como alguien dice cómo deben ser por ser lo que son. Porque se trata del sexo que se es y no el que se supone que debe ser. Que esta educación de los sexos permita a los hombres y las mujeres ser esos hombres y esas mujeres que son. Que sea posible que existan tantos modelos de hombres y de mujeres como hombres y mujeres existen. Ese chico del ejemplo, con una identidad bien formada es posible que no busque de esa manera angustiosa y urgente esa “primera vez”.
Ojalá, que nuestra educación de los sexos sirva para que los hombres y las mujeres no tengan nunca necesidad de hacer cualquier cosa como si fueran hombres o mujeres. Porque lo son y no pueden no serlo. Que hagan lo que hagan, no sea por parecer más hombres o más mujeres ante el resto. Ahí está el verdadero peligro.

¿Hay alguien que crea que no puede aportar en esta educación sexual?

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